“Ustedes son la sal del mundo”,

¿a qué se refería en realidad Jesús?

 

 

Esta declaración de nuestro señor Jesús ha servido para muy distintas explicaciones.  Algunas de ellas las expondremos a continuación, sin embargo, dado que nuestro Maestro nunca fue un individuo que hablara a la ligera y que además comparase  a sus discípulos con al menos dos cosas, (Luz y Sal), cabría preguntarse ¿Qué enseñanza trataba de transmitir Cristo con esta similitud?  ¿Seguirá siendo el mismo entendimiento para los cristianos del siglo primero que para nosotros en pleno siglo XXI?

 

Para encontrar la respuesta a dicha interrogante debemos tener un profundo conocimiento exacto de nuestro Padre y de su creación.

 

Entremos en materia, según los evangelistas, Jesús dirigió a sus discípulos las palabras registradas en  Mateo 5:13: “Ustedes son la sal de la tierra; pero si la sal pierde su fuerza, ¿cómo se le restaurará su salinidad? Ya no sirve para nada, sino para echarla fuera para que los hombres la huellen.”  Más  adelante en el registro encontramos la declaración de Marcos 9:49, 50: “Pues todos tienen que ser salados con fuego. 50 La sal es excelente; pero si en cualquier tiempo la sal pierde su fuerza, ¿con qué la sazonarán? Tengan sal en ustedes, y mantengan paz entre unos y otros”.   Y por último es el médico Lucas quien en Lucas 14:34, 35  expone una idea similar: “La sal, de seguro, es excelente. Pero si hasta la sal pierde su fuerza, ¿con qué será sazonada? 35 Ni para la tierra, ni para el estiércol es apropiada. La echan fuera. El que tiene oídos para escuchar, escuche”.

 

El entendimiento general actual de estas tres ideas tiene mucho que ver con la comprensión que se tenía en el siglo primero de nuestra era de dicho material, la sal. Las religiones modernas explican que debido a que la sal tiene propiedades curativas, medicinales, antisépticas y conservadoras adicionales a su propiedad sazonadora, Jesús debió por tanto querer transmitir las mismas ideas a sus discípulos. Significando esto que sus seguidores deberían ser una especie de influencia conservadora que limpiará cualquier vestigio o atisbo de putrefacción espiritual en los demás individuos, al tiempo que su vida y habla deberían ser saludables y de buen gusto, a fin de aportar para la edificación de los demás.   Estas ideas no son descabelladas y tienen sentido común, después de todo, las similitudes presentadas abarcan algunas características de la sal, pero, desafortunadamente no abordan la más importante, ¿Cuál?

 

Un entendimiento moderno y más profundo.

 

 

La sal saludable proviene del océano- Hoy día cerca del 90% de la producción de sal se usa para fines industriales o militares. Del 10% restante, una gran cantidad se utiliza para procesos de conservación y un pequeño resto como sal de mesa. Esta última, al estar adicionada con yodo y flúor, elementos tóxicos para el ser humano, deja de ser una buena opción para consumo humano, pero al no haber otra opción la gran mayoría de las personas opta por limitar su ingesta.

 

En cantidades equilibradas la sal marina, gracias a sus más de 90 minerales, tiene importantísimos beneficios para el cuerpo humano tales como:

 

  • Ayuda al desarrollo del cerebro de los bebes
  • Ayuda para la formación de masa ósea y esmalte dental.
  • Ayuda a evitar la contracción muscular y mantiene una buena distención. Protege y fortalece el musculo cardiaco.
  • La sal marina  balancea y regula la presión arterial.
  • Regula el buen funcionamiento de las glándulas suprarrenales.
  • Disuelve cálculos renales  y combate la retención de líquidos.
  • Ayuda en la absorción de alimentos en el tracto intestinal y mantiene los niveles de azúcar óptimos en la sangre.
  • Es un antiséptico y antihistamínico natural así como un gran antinflamatorio.
  • Mantiene el pH del cuerpo balanceado y al disminuir la acidez del mismo evita la aparición de bacterias, hongos y parásitos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pero la propiedad más importante de las sal, la que es vital para el funcionamiento de todo organismo viviente, principalmente para el ser humano, es su conductividad. La sal aporta los minerales específicos  necesarios para que la información, pulsos y cargas eléctricas tengan un adecuado entorno y un buen funcionamiento dentro de nuestro organismo.  Nuestro cuerpo es TOTALMENTE DEPENDIENTE de la conductividad de la sal y de su capacidad de transmitir impulsos eléctricos a cada una de nuestras 4 trillones de células integradoras de nuestro cuerpo.

 

 

Todos podemos darnos cuenta de que el agua destilada (desprovista de minerales) no conduce la electricidad de tal modo de que cierre un circuito.

 

Esto significa que si bebiéramos agua desmineralizada o destilada, necesitaríamos incrementar nuestra ingesta de sal a fin de no privar a nuestro organismo de aquellas herramientas (sal) que necesita para funcionar.  Si comparáramos nuestro cuerpo a un circuito eléctrico, nos daríamos cuenta de que no puede existir vida sin sal.

 

 

 

SIN SAL = NO CONDUCTIVIDAD = MUERTE CELULAR POR DEGRADACION  = MUERTE

 

 

¿Qué tiene que ver esto, con Dios y con tu espiritualidad?

 

 

 

Si bien es cierto que la Biblia habla de nuestro Padre Universal y lo define como una persona, la realidad es que no tenemos la más mínima idea de la clase de cuerpo que posee y de la constitución del mismo. Sabemos que es infinito en poder y energía lo cual hace imposible siquiera imaginar que exista un cuerpo capaz de contenerlo, al mismo tiempo es innegable que su ser posee forma, solo que tratar de definirlo sería como pedirle a una célula de nuestro cuerpo que explicase la forma del organismo del que forma parte. Aun así, en su infinito amor nuestro Padre nos enseñó que todo lo creado, sea tangible y material o bien, intangible y espiritual, fue creado por  Jesús utilizando una parte de Dios mismo, su Espíritu Santo.  Dicho Espíritu, es una parte de nuestro Padre, aquella que proporciona potencia, materia y energía además de cohesión y unión. Sí, es este Espíritu lo que mantiene funcionando cada cosa en el Universo y por si fuera poco, es el Espíritu Santo de nuestro Padre lo que mantiene unidas todas las cosas con todas las cosas.

 

 

Este Espíritu Santo, al ser energía pura, necesita el medio adecuado para fluir a través de cada cosa creada en nuestro planeta. Por eso es que la solución salina es la base de vida que fluye  a través de todo organismo. Por eso es que la sal física es tan indispensable para la vida y es precisamente por eso que la sal espiritual se vuelve aún fundamental para la existencia eterna de los individuos.

 

Cuando Cristo hizo la analogía entre sus discípulos y la sal, en realidad se refería a este papel tan vital que juega la sal en la sangre para la existencia de vida en nuestro planeta.  

 

El cristiano verdadero debe de ser la sal que conecte e intercomunique al Espíritu de nuestro Padre, con el alma de nuestros hermanos no creyentes.

 

¿Que se requiere para cumplir a cabalidad esta asignación?

 

Dejemos que sea la propia Biblia la que nos lo indique, en 1 Pedro 1:13-16 dice: “Por lo tanto, fortifiquen su mente para actividad, mantengan completamente su juicio; pongan su esperanza resueltamente en la bondad inmerecida que ha de ser traída a ustedes en la revelación de Jesucristo. 14 Como hijos obedientes, dejen de amoldarse según los deseos que tuvieron en otro tiempo en su ignorancia, 15 y más bien, de acuerdo con el Santo que los llamó, háganse ustedes mismos santos también en toda [su] conducta, 16 porque está escrito: “Tienen que ser santos, porque yo soy santo”.

 

Es claro que en nuestra ignorancia, éramos víctimas y esclavos. Muchos, como dicen las escrituras, éramos personas alejadas de justicia y misericordia de Dios, practicantes del pecado y merecedores de muerte. Inclusive aun cuando en el pasado hayamos tenido vidas nobles y honradas, nos encontrábamos en una condición incompleta y carente de conductividad espiritual, por tanto, el Espíritu Santo de nuestro Padre no fluía libremente por y a través de nosotros.

 

Para lograr ser la Sal de este mundo, debemos adquirir un conocimiento exacto de nuestro Padre y ejercer fe en la vida de Jesús así como en el papel vital que desempeña para el Universo entero (Hechos 10:44,45; Juan 15:22-27)

 

Tenemos que limpiarnos de toda suciedad, pensamiento y acción contaminante, debemos apartarnos de todo lo vil  y de todos aquellos que estorben nuestra maduración espiritual. 

 

 

Una vez que tenemos en nosotros la “sal espiritual” que conecte y conduzca el Espíritu de nuestro Padre en nuestra vida, debemos hacer un esfuerzo intenso y constante por no perder nuestra “salinidad” mediante regresar a la práctica del pecado o por perder la fe, “porque es imposible tocante a los que una vez por todas han sido iluminados, y que han gustado la dádiva gratuita celestial, y que han llegado a ser participantes de espíritu santo,…pero que han caído en la apostasía, revivificarlos otra vez al arrepentimiento, porque de nuevo fijan en un madero al Hijo de Dios para sí mismos y lo exponen a vergüenza pública. Porque si voluntariosamente practicamos el pecado después de haber recibido el conocimiento exacto de la verdad, no queda ya sacrificio alguno por los pecados

 

 (Hebreos 6:4,6;  10:26)”.

 

Ser la sal por tanto, es convertirnos en el “conductor” espiritual necesario y suficiente, que agrade a nuestro Padre al tiempo que “espiritualice” la vida y alma de los que nos rodean. No es una tarea sencilla, pero la misma, refleja la gran confianza y amor que depósito Jesús en nosotros. No fue casualidad o ligereza por parte de Cristo que el otro elemento al que comparara a sus discípulos fuese la “¡luz!”.

 

Ambos símiles están conectados y relacionados, no puedes ser uno sin ser el otro, solo que ser la sal de la tierra es algo íntimo, interno, solo medible por la cantidad de espíritu que recibimos  y transmitimos a los demás. Mientras que ser la luz es la manifestación visible y publica del efecto de la obediencia a Dios en nuestras vidas. Cumplamos valiente y lealmente con esa bendita designación.

 

 

 

................sin sumision no hay uncion.................