INTRODUCCIÓN
En la Cena del Señor, Cristo habló de su traición, muerte y próxima partida. Aunque Cristo había enseñado a sus apóstoles de esto por algún tiempo (Mateo 16:16-21), hasta entonces ellos
comprendieron la realidad de su predicción. El pensamiento de vivir sin Jesús en medio de ellos los desanimó. Mientras Cristo siguió hablando de persecuciones venideras (Juan 16:1-4) sus
corazones estaban llenos de tristeza (Juan 16:6).
Los apóstoles siempre esperaban enfrentarse con muchos problemas y persecuciones; sin embargo, se sintieron seguros con la presencia de Cristo. Nuestro Salvador había calmado cada tormenta, dio
de comer a la multitud cuando estaban desamparados y echó fuera a los demonios cuando los discípulos no podían. El había sido su Guía infalible y su Maestro. Ahora se sentían como huérfanos
desamparados. Para aliviarles la tristeza profunda de su pronta partida, nuestro Señor les habló de las palabras consoladoras de Juan, capítulos 14-16. Fue en este tiempo que les dio la promesa
de otro Consolador (Juan 16:7).
Para los cristianos de hoy que nunca han conocido a Cristo según la carne (2 Corintios 5:16), los temores de los apóstoles parecen ser debilidades. Tenemos la tendencia de olvidar que toda
nuestra fuerza y dirección proviene del Espíritu de Dios que mora en nosotros. En esta lección queremos ahondar en la obra del Espíritu como nuestro Consolador. Esta obra fue tan maravillosa que
era conveniente que Cristo se fuese para que enviara al Espíritu Consolador (Juan 16:7).
I. ¿QUÉ ES EL CONSUELO?
Estar consolado es una experiencia agradable, la cual implica la presencia de un problema. Este mundo es un lugar de tribulación, persecución y lágrimas para el hijo de Dios. Antes de la partida
de Cristo, El les aseguró a los apóstoles que las aflicciones serían parte de sus vidas (Juan 16:1-4).
El hijo de Dios no debe por consiguiente esperar escaparse de las aflicciones, sino más bien buscar el consuelo durante sus pruebas.
II. LA NECESIDAD DEL CONSUELO
El cristiano que pasa la vida como si fuera huérfano desamparado está viviendo ciertamente sin tomar en cuenta sus privilegios. La intención de Dios para con sus hijos es que tengan consuelo y
gozo en este mundo (Juan 14:27; Juan 16:33; Romanos 14:17; Juan 14:18). A un cristiano descontento, le falta le fe (Romanos 15:13) y es de mal testimonio. El gozo del Señor es nuestra fortaleza y
la clave del éxito en el servicio a Dios (Nehemías 8:10; Salmo 51:12-13).
Nota: Se debe mencionar que el gozo del cristiano no excluye un grado de pesar por el pecado interior y un anhelo para algo mejor en el cielo. Recibimos consuelo en nuestras aflicciones
y podemos regocijarnos en las pruebas (Santiago 1:2).
III. EL CONSOLADOR
La palabra griega por consolador es "parakletos" que significa "llamado al lado de uno; en ayuda de uno". El Espíritu Santo como Consolador es nuestro ayudador, consejero y abogado.
En 1 Juan 2:1, se menciona a Cristo como nuestro "parakletos" (abogado). En Juan 14:16, Cristo dijo que enviaría "otro" Consolador. La palabra griega por "otro" es "allos" que significa "otro de
la misma clase". El Espíritu Santo es entonces (como Cristo) una persona Divina quien nos cuida en la ausencia física de Cristo. Siendo omnisciente, El puede enseñarnos la voluntad de Dios.
Siendo omnipotente, El nos sostiene en el mundo (1 Juan 4:4). Nos ama de la misma manera que Cristo y mantiene comunión con nosotros (Romanos 15:30, 2 Corintios 13:14).
IV. COMO CONSUELA EL ESPÍRITU SANTO A LOS CREYENTES
CONCLUSIÓN DEL CAPÍTULO 14
Solamente el Salvador habló del Espíritu Santo como nuestro "Consolador", y esto apenas hacía algunas horas antes del Calvario. Para apreciar los beneficios que recibimos diariamente de nuestro
Consolador y Abogado Celestial debemos meditar en los sentimientos de los apóstoles en aquella noche tan triste. Se sentían tan desamparados e infelices. ¿No es cierto que no estimemos
debidamente la bendición que recibimos por causa de la venida del Espíritu Santo en el Día de Pentecostés?