INTRODUCCIÓN
Normalmente hay una obra preparatoria antes de la regeneración que se produce en el corazón del pecador. Eso se espera porque la salvación es una obra moral así como una obra legal. A los que
disfrutarán eternamente de los beneficios de la fe en Cristo, el Espíritu Santo les hace ver primeramente su necesidad de El. Para que el Salvador reciba toda la gloria en la salvación, debe ser
quebrantado el espíritu egoísta del hombre que siempre se justifica.
Antes de comenzar este tema, tengamos cuidado de recordar que el Espíritu Santo es el agente soberano en la salvación. El trabaja como quiere, y la experiencia de uno no debe ser el patrón para
los demás. Algunos pasan meses buscando la paz y la salvación, mientras que, a otros, el Espíritu Santo les hace sentir seguros luego (Hechos 8:26-39; 16:25-34). Algunos, como Pablo, encuentran
al Señor aunque no lo buscaban (Romanos 10:20). A algunos, Dios les permite ver la profundidad de su depravación antes de encontrar la paz, mientras que otros son guiados al conocimiento pleno de
su pecaminosidad hasta después de ser salvos. Regocijémonos que sólo Dios conoce nuestros corazones, y así sólo El conoce la mejor forma de tratar a cada uno de sus hijos.
Teniendo cuidado de guardar estas ideas en mente, estudiemos algunas de las obras preparatorias del Espíritu en la salvación.
I. EL DESPERTAR
Nadie puede sobreestimar el peligro en que se encuentran los hombres incrédulos (Juan 3:18; Hebreos 10:31), y aun la Biblia los describe como dormidos, ciegos, muertos e inconscientes. La muerte,
el pecado, el juicio y la eternidad no parecen ser realidades para los no regenerados (Isaías 28:15). Los hombres duerman profundamente en el mero borde del abismo del infierno.
Al convencer al pecador de los riesgos, el Espíritu de Dios sella en su mente la realidad de la eternidad y del juicio. El pecador llega a ser consciente de su peligro ante la ira de Dios. Los
asuntos espirituales ya se hacen importantes. Esto induce a que algunos sean salvos y otros adormecen por una profesión vacía de fe en la religión o por la influencia del mundo (Hechos
24:25).
II. LA ILUMINACIÓN
Aunque solamente los regenerados sean "renovados hasta el conocimiento pleno" (Colosenses 3:10) aun el incrédulo puede recibir un cierto grado de iluminación (Juan 1:9). Cuando un pecador está
bajo la convicción, puede ser ignorante de la naturaleza de la fe, pero ve claramente el peligro del pecado y la seriedad de lo que es la eternidad. Por primera vez, su alma llega a ser
importante para él. ¿No demuestra todo esto cierto grado de iluminación?
Es posible hacer que el hombre natural tema al infierno y se preocupe por su bienestar eterno. Esto, por supuesto, es diferente a la luz de la regeneración que habilita al hombre amar a Dios.
Esta iluminación entonces es simplemente estimular la mente del hombre natural para ver el peligro del pecado y del juicio.
III. LA CONVICCIÓN
Mientras el "despertar" trata con respecto al peligro, la "convicción" es la obra de Dios por la cual se manifiesta la causa de nuestro peligro. En la convicción, un hombre es convencido y
reprobado en cuanto a su condición pecaminosa. Sólo esto puede darle al pecador el deseo de conocer a Cristo.
Puede ser que la convicción no sea una obra agradable, pero es necesaria. Vernos como
somos es un requisito previo para ver a Cristo. En las primeras cuatro bienaventuranzas (Mateo 5:3-6), nuestro Señor explica que solamente aquellos que han experimentado la convicción son
bendecidos en forma verdadera.
IV. EL DESEO DE BUSCAR A DIOS
Antes que un alma sea salva, el Espíritu Santo producirá con frecuencia en la persona el deseo de orar y oír la Palabra de Dios.
CONCLUSIÓN DEL CAPÍTULO 10
Esperamos que cada estudiante de la Palabra de Dios pueda ahora ver claramente que el propósito de la obra preparatoria del Espíritu en la salvación, es para preparar al pecador a que aprecie al
Señor Jesucristo. Cada obra del Espíritu guía al pecador más cerca de la comprensión de que sólo la fe en Cristo puede salvar el alma.