¿Qué dice la Biblia acerca de la preocupación?

 


 

 

 


 La Biblia enseña claramente a los cristianos que eviten la preocupación. En Filipenses 4:6, se nos ordena, “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.” En esta Escritura, aprendemos que debemos traer todas nuestras necesidades y preocupaciones ante Dios en oración, en vez de preocuparnos acerca de ellas. También Jesús insta a los creyentes a no preocuparse. Él nos anima a evitar preocuparnos acerca de las necesidades físicas, como la ropa y la comida. Jesús nos asegura que nuestro Padre Celestial cuida de todas nuestras necesidades (Mateo 6:25-34). Por tanto, no necesitamos preocuparnos por nada.

Puesto que la preocupación no debe formar parte de la vida del creyente, ¿cómo puede uno vencerla? En 1 Pedro 5:7, se nos instruye a “echar toda nuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de nosotros.” Dios no quiere que nos agobiemos llevando el peso de los problemas y las cargas. En esta Escritura, Dios nos está diciendo que le demos a Él todas nuestras preocupaciones y cuidados. ¿Por qué quiere Dios encargarse de nuestros problemas? La Biblia dice que porque le importas. Así es, TÚ. A Dios le importa todo lo que te sucede. Ninguna preocupación es demasiado grande o demasiado pequeña para que tenga Su atención. Cuando le damos a Dios nuestros problemas, Él promete darnos Su paz, la cual sobrepasa todo entendimiento (Filipenses 4:7).

Desde luego, para aquellos que no conocen al Salvador, la preocupación y la ansiedad serán parte de sus vidas. Pero para aquellos que le han entregado sus vidas a Él, Jesús les promete, “Venid a mí todos los que estéis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil y ligera mi carga.” (Mateo 11:28-30).

 

 

¿Qué dice la Biblia acerca del orgullo?

 


 

 

  Existe una diferencia entre la clase de orgullo que Dios odia (Proverbios 8:13) y la clase de orgullo que sentimos acerca de un trabajo bien realizado. La clase de orgullo que procede de la auto-justificación es pecado y Dios la aborrece porque es un obstáculo para buscarle a Él. El Salmo 10:4 explica que los orgullosos están tan llenos de sí mismos que sus pensamientos están lejos de Dios. “El malo, por la altivez de su rostro, no busca a Dios; no hay Dios en ninguno de sus pensamientos.” Esta clase de orgullo altanero, es lo opuesto al espíritu de humildad que Dios busca: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.” (Mateo 5:3). Los “pobres de espíritu” son aquellos que reconocen su total bancarrota espiritual y su inhabilidad para venir a Dios aparte de Su divina gracia. Los orgullosos, por otra parte, están tan cegados por su soberbia, que piensan que no tienen necesidad de Dios o aún peor, que Dios debe aceptarlos como son, porque ellos merecen ser aceptados.

A través de toda la Escritura, se nos habla acerca de las consecuencias del orgullo. Proverbios 16:18-19 nos dice que, “Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu. Mejor es humillar el espíritu con los humildes, que repartir despojos con los soberbios.” Satanás fue echado del cielo por su orgullo (Isaías 14:12-15). Él tuvo la egoísta audacia de intentar reemplazar a Dios Mismo como el legítimo gobernante del universo. Pero Satanás será lanzado al abismo del infierno en el juicio final de Dios. Para aquellos que se levantan desafiantes contra Dios, no les espera nada más que el desastre, “Porque yo me levantaré contra ellos, dice Jehová de los ejércitos, y raeré de Babilonia el nombre y el remanente, hijo y nieto, dice Jehová.” (Isaías 14:22).

El orgullo ha impedido que mucha gente acepte a Jesucristo como su Salvador personal. El rehusar admitir el pecado y reconocer que en nuestras propias fuerzas no podemos hacer nada para heredar la vida eterna, ha sido una piedra de tropiezo para la gente soberbia. No debemos gloriarnos de nosotros mismos, pero si queremos glorificar algo, entonces debemos proclamar las glorias de Dios. Lo que decimos de nosotros mismos, no significa nada en la obra de Dios. Es lo que Dios dice acerca de nosotros, lo que hace la diferencia (2 Corintios 10:13).

¿Por qué es el orgullo un pecado tan grande? El orgullo es darnos el crédito a nosotros mismos por algo que Dios ha hecho. El orgullo toma la gloria que solo le corresponde a Dios y nos la da a nosotros mismos. El orgullo es en esencia una auto-adoración. Cualquier cosa que hubiéramos hecho en este mundo, no habría sido posible si Dios no nos hubiera permitido realizarla. Eso es por lo que le damos la gloria a Dios – porque solo Él la merece.

 

 

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LA HUMILDAD Y EL ORGULLO

 

“Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita en la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu humilde y para vivificar el corazón de los quebrantados”. Isaías 57:15

Para poder decir “Dios habita conmigo”, tenemos que aprender que es la humildad y aprendernos el secreto de la felicidad: Bienaventurados los pobres en espíritu...los humildes...porque de ellos es el Reino de los Cielos. (Mateo 5:3)

La humildad es: “Virtud consistente en el conocimiento de nuestra pequeñez y proceder en consecuencia. Sumisión, acatamiento”. Esto según el diccionario enciclopédico Santel.

La Biblia nos habla de la humildad en el libro de Proverbios y en los evangelios, para que comprendamos qué es la humildad y lo que no es.

La humildad Bíblica no es despreciarnos, ni tener una pobre opinión de nuestros dones o talentos. No se trata de auto-afligirse y decir “no soy nada, no valgo nada”. Cristo murió por nosotros, por lo tanto somos de gran valor.

La humildad a la que se refiere la Biblia es señal de fuerza espiritual, y por esa fuerza, uno decide en ocasiones ceder sus derechos a otro, cuando es para bien del Reino de Dios. Esto se refleja en la manera en que nos sometemos a las autoridades, tanto espirituales como terrenales. También, se refleja en la manera en que resolvemos nuestras dificultades. En proverbios, el humilde es aquella persona sencilla que no se siente amenazado por nadie y que no tiene que andar luchando contra las personas por “sus derechos”. La humildad Bíblica es lo opuesto a la soberbia, la arrogancia, y la vanagloria, todas estas caras de un mismo pecado: el orgullo.

“Mejor es humillar el espíritu con los humildes, que repartir despojos con los soberbios” Proverbios 16:19

“La soberbia del hombre le abate; Pero al humilde de espíritu sustenta la honra”. Proverbios 29:23

Cuando aprendamos a aplicar la humildad a todas las situaciones de nuestra vida, los resultados serán evidentes:

SABIDURÍA: “Más con los humildes está la sabiduría” Proverbios 11:2ª

“El que ama la instrucción, ama la sabiduría, mas el que aborrece la reprensión es ignorante” Proverbios 12:1

¿Cuál es nuestra actitud cuando alguien nos da un consejo? ¿escuchamos? ¿todos están equivocados, pero nosotros no? ¿nos molestamos? ¿nadie nos puede decir nada?

La persona humilde escuchará el consejo: después de escuchar atentamente, orará a Dios para que le muestre la verdad y la solución al problema. Sin enfadarse ni molestarse, pues esto es síntoma de orgullo.

HONRA: “El temor de Jehová es enseñanza de sabiduría; Y a la honra precede la humildad.” Proverbios 15:33

“Antes del quebrantamiento se eleva el corazón del hombre, y antes de la honra es el abatimiento”. Proverbios 18:12

“Riquezas, honra y vida Son la remuneración de la humildad y el temor de Jehová”.

Si te sientes menospreciado(a) por alguien, frustrada, atacada, puede ser que se halle orgullo en ti. Busquemos la humildad verdadera, y Dios nos levantará y nos honrará.

GRACIA:”A los humildes dará gracia” Proverbios 3:34b (Santiago 4:6) Todas las bendiciones de Dios son por su gracia y por su favor, NO porque seamos muy buenos, o perfectos o merecedores de las bendiciones. La gracia es el regalo de Dios traducido en primer lugar, en la Salvación. Después de la Salvación por Gracia, no por obras, viene todo lo demás: Nuestra capacidad de entender la Biblia, recibir la llenura del Espíritu Santo, la salud, los dones, la familia y los amigos, todo esto son regalos dados por Dios a los hombres, por su infinita gracia, no porque seamos buenos. El camino de la humildad, es el camino del favor de Dios.

El reconocer que no somos perfectos, que no hay perfecto ni uno, nos da la capacidad de pedir perdón y perdonar a los que nos ofenden. De nada sirve “pedir perdón” si somos incapaces de “perdonar a los que nos ofenden”. La humildad nos lleva a reconocer nuestra pequeñez y nuestra imperfección, y a ser tolerantes con la pequeñez y la imperfección de los demás, sin molestarnos ni ofendernos por ello: Una vez mas, esto es ORGULLO.

El orgullo es nuestro mayor enemigo, y se refleja en actitudes como la soberbia, el corazón y los ojos altivos, el presuntuosos, burladores, arrogantes y el avergonzar a otros, todas son caras del orgullo disfrazado.

Según el diccionario, orgullo es “Arrogancia, exceso de estimación propia”. La Biblia, nuestro amado libro consejero, también nos habla del orgullo:

“La soberbia y la arrogancia, el mal camino, y la boca perversa, aborrezco” Proverbios 8:13b

“Abominación a Jehová es todo altivo de corazón” 16:5 No podemos, no debemos olvidar que el orgullo fue lo que hizo que Satanás se rebelara contra Dios, y lo que hizo que Eva comiera del fruto prohibido y se rebelara contra Dios. Como el orgullo tiende a disfrazarse (como Satanás), tenemos que estar alertas y reconocer cuándo este pecado mora en nosotros. “Cuando viene la soberbia, viene también la deshonra” Proverbios 11:2

Cuando hay orgullo, hay contiendas. La persona orgullosa cree que siempre tiene la razón, y los demás están equivocados. El orgullo se disfraza de celos y contención, y ahí hay perturbación y toda obra perversa (Santiago 3:16)

El orgullo es muy peligroso en la vida de los cristianos, pues nos llenamos de basura espiritual si le abrimos la puerta, y esta basura contaminará nuestro hogar, nuestras relaciones y llegará hasta la iglesia. El orgullo es, como la salvación algo personal entre nosotros y Dios: Tenemos que humillarnos y reconocer nuestro orgullo, nuestro mal carácter y nuestra falta de humildad y pedirle a Dios Altísimo que nos ayude a cambiar. Nadie hará esa labor por uno. Esto es lo que nos corresponde en lo individual.

La Depresión: “La soberbia del hombre le abate”. Proverbios 29:23. La Depresión es otra máscara con las que se disfraza el orgullo. Al deprimirnos, estamos pensando “porqué me pasan estas cosas a mí, si yo soy muy bueno(a) y no le hago daño a nadie”. Es decir, la depresión la mayoría de las veces es “autolástima”, y esto es una forma sutil de orgullo, porque es una preocupación por uno mismo.

“Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu” Proverbios 16:8

La soberbia y la rebeldía van de la mano, y la depresión, la autodestrucción y el fracaso son consecuencias del orgullo que mora en nuestro corazón y que se esconde para que no lo veamos. Hoy vamos a exponerlo y echarlo fuera de nuestra vida para siempre en el nombre de Jesús:

Si hay orgullo en tu corazón habrá manifestaciones tales como:

+Pensar más en nuestros derechos que en los derechos de los demás.

+Falta de perdón y amargura.

+Endurecimiento del corazón e incapacidad de olvidar las ofensas.

+Temor de lo que el hombre o la mujer puedan hacernos.

+Espíritu independiente, que no acepta la corrección ni la enseñanza.

+Siente que siempre tiene la razón.

+Inseguridad, baja autoestima, excesiva preocupación en la apariencia personal, o en las apariencias generales.

+Falta de gratitud, incapacidad de ver lo que los demás están haciendo por nosotros.

+Impaciencia. Darse demasiada importancia a uno mismo.

+Celos, envidias, deseos ocultos de la carne, desconfianza.

Si consideras que tienes una o varias de estas manifestaciones alojadas dentro de tu corazón, hoy es la hora de exponerlas a la luz admirable de Jesucristo, y erradicarlas de nuestra vida en Su nombre. “Señor Jesús, ayúdame. Líbrame del orgullo y la rebeldía que se esconden en mi corazón. Ayúdame a vivir en humildad verdadera, porque un corazón contrito y el espíritu quebrantado, tu no desprecias. Ayúdame a sacar esta raíz de orgullo que puede llevarme a la destrucción de mi alma, y te pido que limpies mi corazón endurecido por el orgullo, y lo conviertas en corazón de carne, agradable a ti. Amén.”

 

 

¿Qué significa tener temor de Dios?

 


 

 Para un no creyente, el temor de Dios es temer el juicio de Dios y la muerte eterna, la cual es la separación eterna de Dios (Lucas 12:5; Hebreos 10:31). Para un creyente, el temor de Dios es algo muy diferente. El temor del creyente es el reverenciar a Dios. Hebreos 12:28-29 es una buena descripción de esto, “Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor.” Esta reverencia y admiración es exactamente lo que significa el temor de Dios para los cristianos. Este es el factor que nos motiva a rendirnos al Creador del Universo.


Proverbios 1:7 declara, “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová...” Hasta que comprendamos quien es Dios, y desarrollemos un temor reverencial hacia Él, no podremos adquirir la verdadera sabiduría. La verdadera sabiduría sólo procede del entendimiento de quién es Dios – que Él es santo, justo y soberano. Deuteronomio 10:12,20,21 dice, “Ahora, pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma.” – “A Jehová tu Dios temerás, a Él solo servirás, a Él seguirás, y por su nombre jurarás. Él es el objeto de tu alabanza, y Él es tu Dios, que ha hecho contigo estas cosas grandes y terribles que tus ojos han visto.” El temor de Dios es la base para nuestro andar en Sus caminos; servirle y sí, amarlo.

Muchos tienen la tendencia de minimizar el temor de Dios de los creyentes, interpretándolo como “respetarlo”. Mientras que el respeto indiscutiblemente está incluido en el concepto del temor de Dios, es mucho más que eso. El temor bíblico de Dios para un creyente, incluye el entender lo mucho que Dios aborrece el pecado y temer Su juicio sobre éste – aún en la vida de un creyente. Hebreos 12:5-11 describe la disciplina de Dios hacia el creyente. Aunque es hecha en amor (Hebreos 12:6), aún así es algo para temerse. Como hijos, el temor a la disciplina de nuestros padres se espera que prevenga las malas acciones. Lo mismo debe ser verdad en nuestra relación con Dios. Debemos temer Su disciplina y por lo tanto, buscar el vivir nuestras vidas de tal manera que lo agrademos.

Los creyentes no deben “tener miedo” de Dios. No tenemos razón para tenerle miedo. Tenemos Su promesa de que nada podrá separarnos de Su amor (Romanos 8:38-39). Tenemos Su promesa de que nunca nos dejará o desamparará (Hebreos 13:5). El temer a Dios significa tener tal reverencia por Él, que éste tenga un gran impacto en la manera en que vivimos nuestras vidas. El temor de Dios es reverenciarlo, someternos a Su disciplina, y adorarlo con admiración.

 

 

 

 

¿Qué dice la Biblia acerca del temor?

 


 

 



La Biblia tiene mucho que decir acerca del temor. De hecho menciona dos tipos específicos de temor. El primer tipo es beneficioso y debe ser fomentado. El segundo tipo es un detrimento y no sólo debe ser disuadido sino conquistado. El primer tipo de temor es el temor del Señor. Este tipo de temor no es necesariamente miedo que signifique estar temeroso de algo. Más bien es una impresionante reverencia por Dios; una reverencia por Su poder y gloria. Sin embargo, también es un apropiado respeto por Su ira y enojo. En otras palabras, es un reconocimiento de todo lo que es Dios, lo cual viene a través de conocerlo a Él y todos Sus atributos.

El temor del Señor conlleva muchas bendiciones y beneficios. El Salmo 111:10 dice, “El principio de la sabiduría es el temor de JEHOVÁ; buen entendimiento tienen todos los que practican sus mandamientos. Su loor permanece para siempre.” Y Proverbios 1:7 declara, “El principio de la sabiduría es el temor de JEHOVÁ; los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza.” Por lo que podemos ver que tanto la sabiduría como el conocimiento comienzan con el temor del Señor.

Más aún, en Proverbios 19:23 dice, “El temor de JEHOVÁ es para vida, y con él vivirá lleno de reposo el hombre; no será visitado del mal.” Y de nuevo en Proverbios 14:27 dice, “El temor de JEHOVÁ es manantial de vida, para apartarse de los lazos de la muerte.” Y Proverbios 14:26 declara, “En el temor de JEHOVÁ está la fuerte confianza, y esperanza tendrán sus hijos.” En estos versos vemos que el temor del Señor proporciona vida, seguridad para tus hijos, protección del mal, confianza y satisfacción.

Por todo esto, se puede ver que el temor del Señor debe ser fomentado. Sin embargo, el segundo tipo de temor mencionado en la Biblia no es beneficioso y debe ser no sólo disuadido, sino derrotado. Este es el “espíritu de cobardía” mencionado en 2 Timoteo 1:7 donde dice, “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder de amor y de dominio propio.” Así que podemos ver desde el principio que este “espíritu de temor” no viene de Dios.

Sin embargo, algunas veces estamos temerosos; algunas veces este “espíritu de temor” nos vence, y para vencer este temor necesitamos confiar en y amar a Dios totalmente. Primera de Juan 4:18 nos dice, “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.” Sin embargo, nadie es perfecto, y Dios lo sabe. Así que Él ha esparcido generosamente ánimo contra el temor a través de la Biblia.

Comenzando desde el libro del Génesis y continuando a través de toda la Biblia hasta el libro de Apocalipsis, Dios nos dice “No temas.”

Por ejemplo, Isaías 41:10 nos anima “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.” Y de nuevo en Daniel 10:12, el ángel del Señor anima a Daniel: “Entonces me dijo: Daniel, no temas; porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido.” Y en el Nuevo Testamento, Jesús dice, “Así que no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos.” (Mateo 10:31). Tan solo estos pocos versos, cubren muchos diferentes tipos de temor. Dios nos dice que no temamos estar solos, o estar demasiado débiles, o no ser escuchados, y no temer por nuestras necesidades físicas. Y estas exhortaciones continúan a través de la Biblia, cubriendo muchos diferentes aspectos del “espíritu de temor.”

Sin embargo, estos “no temas” dependen de nuestra habilidad para poner nuestra confianza y fe en el Señor. En el Salmo 56:11, el salmista escribe, “En Dios he confiado; no temeré; ¿Qué puede hacerme el hombre?” Este es un asombroso testimonio del poder de confiar en Dios. Lo que el salmista está diciendo es que, a pesar de lo que suceda, él confiará en Dios. Entonces, la total y completa confianza en Dios, es la clave para vencer el temor.

Confiar en Dios es rehusarse a ceder ante el temor. Es acudir a Dios aún en los tiempos más oscuros y confiar en que Él arregle las cosas. Esta confianza procede de conocer a Dios y saber que Él es un Dios bueno, quien sólo quiere dar a Sus hijos cosas buenas. Es como dijo Job, cuando estaba experimentando unas de las pruebas más difíciles registradas en la Biblia, “He aquí, aunque él me matare, en él esperaré.” (Job 13:15)

Una vez que hayamos aprendido a poner nuestra confianza en Dios, ya no tendremos temor de las cosas que vengan contra nosotros. Seremos como el salmista. “…alégrense todos los que en Ti confían. Den voces de júbilo para siempre, porque Tú los defiendes. En Ti se regocijen los que aman Tu nombre.”

 

“El Temor de Dios es el Principio de la Sabiduría”.

Cada cristiano debe tener una reverencia santa por Dios, tanto que lo haría tener miedo de desobedecerle. Dios ha dicho que Él nos castigará si le desobedecemos intencionalmente y sabemos que Él cumple Su palabra. Si amamos y respetamos verdaderamente a Dios, no desearemos desobedecerle. Esta clase de respeto amoroso a Dios nos hace sabios y nos capacita para tomar las decisiones correctas. Por eso la Biblia dice:

El temor de Jehová es el principio de la sabiduría (Proverbios 9:10).

¡Que Dios nos ayude a amar la justicia y a odiar el pecado! Si por cualquier razón, traemos sobre nosotros el castigo de Dios, aceptémoslo con un espíritu humilde. Debemos decir:

“Señor, sé que hice mal. Tú eres completamente justo en lo que haces. ¿Qué habría sido de mí sin Tu intervención? Te doy gracias y te alabo por Tu amor y Tu fidelidad para conmigo”.

 

¿Qué dice la Biblia acerca de la depresión? ¿Cómo puede un cristiano vencer la depresión?

 


 

 

  La depresión es un padecimiento que se ha propagado grandemente afectando a millones de personas, tanto a cristianos como a no cristianos. Quienes sufren de depresión pueden experimentar intensos sentimientos de tristeza, ira, desesperanza, fatiga y una variedad de otros síntomas. Pueden empezar a sentirse inútiles y aún pensar en el suicidio, perdiendo interés en cosas y personas con las que antes disfrutaban. Con frecuencia la depresión es disparada por las circunstancias de la vida, tales como la pérdida del trabajo, la muerte de un ser querido, el divorcio o problemas psicológicos como el abuso o la baja autoestima.

La Biblia nos dice que estemos llenos de gozo y alabanza (Filipenses 4:4; Romanos 15:11), así que aparentemente Dios propone que vivamos vidas con gozo. Esto no es fácil para alguien que atraviesa por una situación depresiva, pero ésta puede mejorar a través de los dones de Dios en la oración, estudios bíblicos y su aplicación, grupos de soporte, grupos en casas, compañerismo con otros creyentes, confesión, perdón y consejería. Debemos hacer un esfuerzo consciente para no estar absortos en nosotros mismos, sino más bien dirigir nuestros esfuerzos al exterior. Los sentimientos de depresión con frecuencia pueden resolverse cuando el que sufre quita la atención de sí mismo y la pone en Cristo y los demás.

La depresión clínica es una condición física que debe ser diagnosticada por un médico especialista. No es causada por circunstancias desafortunadas de la vida, ni los síntomas pueden ser aliviados por voluntad propia. Contrariamente a lo que algunos creen en la comunidad cristiana, la depresión clínica no siempre es causada por el pecado. En ocasiones la depresión puede ser un desorden que necesita ser tratado con medicamentos y/o consejería. Desde luego, Dios es capaz de curar cualquier enfermedad o desorden; sin embargo, en algunos casos, el consultar a un doctor por una depresión, no es diferente al acudir a un médico por una herida.

Hay algunas cosas que pueden hacer quienes sufren de depresión, para aliviar su ansiedad. Deben asegurarse de estar firmes en la Palabra, aún cuando no sientan deseos de hacerlo. Las emociones pueden confundirnos, pero la Palabra de Dios permanece firme e inmutable. Debemos mantener firme también nuestra fe en Dios, y acercarnos aún más a Él cuando pasemos por tribulaciones y tentaciones. La Biblia nos dice que Dios nunca permitirá en nuestras vidas, aquellas tentaciones que estén más allá de nuestra capacidad para manejarlas (1 Corintios 10:13). Aunque el estar deprimido no es pecado, el cristiano sí es responsable de la manera cómo responda a la aflicción, incluyendo el obtener la ayuda profesional que necesite. “Así que, ofrezcamos siempre a Dios por medio de Él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesen su nombre” (Hebreos 13:15).


 


 

 

 

DESOBEDIENCIA

Viviendo según la carne trajo la mano castigadora de Dios sobre Sansón.

EL CASTIGO DE DIOS

Como cristianos debemos regir nuestras vidas por el principio de obediencia. 

Como cristianos debemos regir nuestras vidas por el principio de obediencia. Nunca fue el plan de Dios que sus hijos vivieran en pecado. La Biblia dice:

Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis . . . (1 Juan 2:1).

Sin embargo los cristianos pecan, y muchos de ellos toman el pecado muy a la ligera. En esta lección queremos tratar esta pregunta: ¿Qué pasa cuando un creyente peca intencionalmente?

 

 

Las Consecuencias del Pecado en la Vida de un Creyente

El pecado rompe nuestra comunión con Dios y trae sobre nosotros la mano castigadora de Dios.

En la lección 6 vimos una de las consecuencias del pecado en la vida de un creyente: El pecado rompe nuestra comunión con Dios. En esta lección veremos otra consecuencia del pecado en la vida de un creyente: El pecado puede traer sobre nosotros la mano castigadora de Dios.

Es cierto que los pecados de un creyente fueron perdonados cuando él recibió a Cristo como su Salvador. Pero esto no le da derecho a vivir como le plazca y hacer cualquier cosa que desee. Él, de todos modos, tiene que enfrentar las consecuencias de sus acciones. La Biblia dice:

No os engañéis; Dios no puede ser burlado, pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará (Gálatas 6:7).

Cualquier pecado que hayamos cometido, si oramos a Dios, se lo confesamos y pedimos Su perdón, Él nos perdona. Nuestra comunión con Dios puede ser restaurada inmediatamente. Dios está dispuesto a perdonar todos los pecados que cometemos cuando se los confesamos con sinceridad. Pero eso no quiere decir que no seremos castigados por nuestros pecados.

El Castigo de David

En la Biblia Dios nos relata de la vida de personas del Antiguo Testamento a fin de que podamos aprender de sus experiencias. Hay dos lecciones muy importantes que debemos aprender del relato del gran pecado de David:

1. Aunque podemos ser perdonados por nuestros pecados, tenemos que enfrentar las consecuencias de nuestras acciones.

2. Algunos pecados tienen consecuencias permanentes en nuestras vidas.

David no era sólo un gran hombre de Dios, sino que además fue el rey más eminente que tuvo la nación de Israel. Aún así, David pecó gravemente y sufrió las consecuencias de su pecado.

Una tarde en que paseaba por los balcones de su palacio, David vió bañándose a una bella mujer

En el segundo libro de Samuel, capítulo 11, se relata el gran pecado de David. David estaba en el palacio, en casa, mientras sus soldados estaban lejos luchando en una batalla. Una tarde en que paseaba por los balcones de su palacio, David vió bañándose a una bella mujer. La lujuria entró en su corazón. Mandó a llamar a la mujer, Betsabé, y cometió adulterio con ella.

Pasado algún tiempo, Betsabé le hizo saber a David que esperaba un bebé de él. Como Urías, el esposo de Betsabé, había estado lejos por mucho tiempo, David se dió cuenta de que su pecado de adulterio pronto sería descubierto.

Para ocultar su pecado y para poder casarse con Betsabé, David hizo arreglos para que Urías muriera en el frente de batalla. Parecía que David había tenido éxito en ocultar su pecado, pero la Biblia dice:

Mas esto que David había hecho, fue desagradable ante los ojos de Jehová
(2 Samuel 11:27).

Dios envió al profeta Natán para confrontar a David con sus pecados de adulterio y asesinato

Dios envió al profeta Natán para confrontar a David con sus pecados de adulterio y asesinato. David se arrepintió verdaderamente de sus pecados y se los confesó a Dios. El Salmo 51 nos habla de la profundidad de la confesión de David:

Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, Y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, Y mi pecado está siempre delante de mí (Salmo 51:1–3).

De todo esto podemos ver que David estaba verdaderamente angustiado por su pecado. Dios aceptó la confesión de David, lo perdonó y reestableció su comunión con Él. Natán, el profeta, le dijo a David: . . . Jehová ha remitido tu pecado; no morirás (2 Samuel 12:13).

Pero las cosas no terminaron allí. Dios es Quien rige el universo y Él es santo y justo. Él no puede pasar por alto nuestros pecados o fingir que no sabe nada de ellos. Aunque David era rey, sin embargo fue castigado por Dios. La Biblia dice que para Dios no hay acepción de personas (Romanos 2:11).

No se apartará jamás de tu casa la espada

Porque el pecado de David dió a los enemigos de Dios ocasión para blasfemar Su nombre, Dios dijo,“No se apartará jamás de tu casa la espada, por cuanto me menospreciaste”.

Pese a que Dios había perdonado sus pecados, David tuvo que cosechar las consecuencias terrenales de ellos. Sufrió muchos pesares. El hijo que tuvo con Betsabé murió. Uno de sus hijos fue asesinado. Otro hijo dirigió una rebelión contra David y fue muerto en la batalla. Verdaderamente, la espada nunca se apartó de la casa de David.

Podemos ver entonces que aunque seamos perdonados de nuestros pecados, nosotros, tal como David, tenemos que enfrentarnos con las consecuencias terrenales de nuestras acciones. Debemos ver también que frecuentemente los pecados traen consecuencias que duran toda la vida.

Lo que no Debemos Hacer

Un cristiano simplemente no puede permitirse vivir descuidadamente, ni tampoco tomar el pecado a la ligera. Aunque Dios es misericordioso y está dispuesto a perdonarnos nuestros pecados, eso no significa que no nos castigará.

Hay cosas que no debemos hacer si queremos evitar consecuencias graves:

1

No debemos pecar intencionalmente.

Desobedecer a Dios deliberadamente es un acto de rebeldía y puede traer sobre nosotros la mano castigadora de Dios. Él no castiga a Sus hijos cada vez que hacen algo malo. Dios no es así. Él ama a Sus hijos y es benigno y paciente con ellos. David dijo:

No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, Ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados. Porque como la altura de los cielos sobre la tierra, Engrandeció su misericordia sobre los que le temen (Salmo 103:10–11).

David reconoció que Dios es muy misericordioso y sumamente paciente con Sus hijos.

Pero hay otro aspecto en este asunto. Aunque reconocemos que Dios tiene mucha paciencia e indulgencia con nosotros, debemos también darnos cuenta de que un solo acto de desobediencia intencional puede tener graves y permanentes consecuencias.

Fue un solo acto de desobediencia del primer hombre y la primera mujer que trajo el pecado y la muerte a este mundo, junto con todo el sufrimiento, dolor y tragedia resultantes del pecado. Y un solo acto de desobediencia nuestro puede tener consecuencias trágicas que duran toda la vida.

Un joven, hijo de padres cristianos, buscó a una mujer inmoral y tuvo relaciones sexuales con ella. De este único contacto, él contrajo una enfermedad venérea. Recibió atención médica, pero la enfermedad no fue controlada. En menos de tres años ya se había muerto.

2

No debemos vivir bajo el control de la carne.

Dios le dió habilidades especiales y fuerza para llevar a cabo grandes proezas

Vivir conforme a la carne es ceder a tus deseos y apetitos carnales. La Biblia nos advierte en cuanto a ésto.

Sansón es un ejemplo de las consecuencias de vivir controlado por la carne. Sansón fue elegido por Dios para ser el libertador de su pueblo. Dios le dió habilidades especiales y fuerza para llevar a cabo grandes proezas. Pero Sansón no controló sus deseos carnales.

Sansón mantenía una relación inmoral con una mujer filistea llamada Dalila

Sansón mantenía una relación inmoral con una mujer filistea llamada Dalila. El comportamiento de Dalila dejaba en claro que ella intentaba traicionarlo entregándolo en manos de sus enemigos. Sansón lo sabía. También sabía que él estaba obrando mal, sin embargo continuó sus relaciones con Dalila. No hay duda que Dios habló al corazón de Sansón muchas veces con respecto a su comportamiento.

Viviendo según la carne trajo la mano castigadora de Dios sobre Sansón.

Al final Dalila logró su plan de entregar a Sansón en manos de sus enemigos. Sansón pensó que podía hacer uso de su fuerza extraordinaria para vencer a sus enemigos como lo había hecho antes. Pero el Señor lo había abandonado y ya no era más fuerte que cualquier otro hombre. Los filisteos le sacaron los ojos, lo encadenaron y lo pusieron en una prisión a moler grano.

Los relatos de las experiencias de David y de Sansón, como también los de otros personajes en el Antiguo Testamento, se escribieron para que podamos aprender de ellos. La Biblia dice:

Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos (o advertirnos) a nosotros . . . (1 Corintios 10:11).

La lección que aprendemos de la historia de Sansón es ésta: No debemos vivir según la carne. La Biblia dice:

Porque si vivís conforme a la carne, moriréis . . . (Romanos 8:13).

Hemos señalado algunos pecados específicos, pero no son los únicos que pueden traer sobre nosotros la mano castigadora de Dios. Cualquier pecado que no confesamos ni abandonamos puede traer sobre nosotros el castigo de Dios.

Dios quiere que nos Juzguemos a Nosotros Mismos

Cuando estamos haciendo algo que a Dios no le agrada, Él nos habla primero por medio de nuestra conciencia. Luego por Su Palabra y por el Espíritu Santo, Dios se dirige a mostrarnos el error de nuestros caminos. Dios puede enviarnos un amigo y fiel cristiano para advertirnos. Dios quiere que nosotros confesemos y abandonemos nuestros pecados para no tener que juzgarnos Él. La Biblia dice:

Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados
(1 Corintios 11:31).

Si no nos juzgamos a nosotros mismos, entonces Dios tiene que juzgarnos. Él nos castiga porque nos ama demasiado como para permitirnos andar en desobediencia. La Biblia dice:

Mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo (1 Corintios 11:32).

¿Cómo nos corrige Dios? Él tiene muchas maneras de disciplinar a Sus hijos. Por ejemplo, Él puede enviarnos enfermedades o permitir que tengamos un accidente. Puede permitir que suframos pérdidas financieras o aún la pérdida de un ser amado. Dios tiene muchas maneras de tratar con Sus hijos. No podemos decir cómo nos castigará, pero podemos estar seguros de que lo hará cuando lo necesitemos. La Biblia dice:

Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo
(Hebreos 12:6).

El Propósito de Dios al Disciplinarnos

Dios tiene Su propósito al castigar a Sus hijos. Consideremos tres de ellos:

1

Dios nos castiga para que podamos aprender a obedecer.

Nuestro Padre celestial nos conoce mejor de lo que nos conocemos a nosotros mismos. Sabe que no somos obedientes por naturaleza. Somos como niños que no obedecen a su padre a menos de verlo con el palo en la mano. Dios sabe que sólo mediante la corrección aprenderemos a obedecerle. David dijo:

Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba; Mas ahora guardo tu palabra. Bueno me es haber sido humillado, Para que aprenda tus estatutos (Salmo 119:67, 71).

Aún después que Dios nos ha castigado es posible que sigamos siendo desobedientes y rebeldes. Esto es de veras trágico. Indica que no hemos aprendido a obedecer a Dios y a estar sujetos a Él. Esto entristece el corazón de Dios porque a Él no le gusta ver sufrir a Sus hijos. Sin embargo Él tiene que continuar llamándonos la atención hasta que aprendamos a someternos a Él. Es sumamente importante que aprendamos a aceptar la disciplina de Dios con la actitud correcta. La Biblia dice:

Tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos?
(Hebreos 12:9).

¡Oh, que aprendamos a estar de acuerdo con Dios rápidamente y decirle: “Señor, tus juicios son verdaderos y justos. Estoy dispuesto a estar sujeto a Ti”!

2

Dios nos castiga a fin de que podamos ser partícipes de Su santidad.

Dios no nos disciplina porque está enojado con nosotros y desea castigarnos. Todos los tratos de Dios con nosotros son para nuestro bien. Él está “educando” a Sus hijos. El propósito de Dios al disciplinarnos es para que podamos ser “partícipes de Su santidad”. La Biblia dice:

Y aquéllos (nuestros padres terrenales), ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad (Hebreos 12:10).

Dios infunde Su santidad en nosotros a través de su disciplina. Cuando Él me corrige, yo debo decir: “Señor, ¿qué es lo que Tú quieres enseñarme con esto?” Cada corrección debe causar en nosotros un conocimiento mayor de los caminos de Dios y hacernos más semejantes a Él.

3

Dios nos castiga a fin de que podamos dar honor a Su nombre.

Por medio del castigo de Dios y de Su disciplina, David llegó a ser un hombre“conforme al corazón de Dios” (1 Samuel 13:14; Hechos 13:22). El nombre de David está anotado en la lista de “los héroes de la fe” que Dios dió en el capítulo 11 de Hebreos. En esta lista están aquéllos que le han dado honor a Su nombre por su fe y por sus hazañas.

Sansón se arrepintió de sus pecados y en su muerte, destruyó más enemigos de Dios que durante toda su vida. Sansón figura también en la lista de “los héroes de la fe”.

Dios nos disciplina y nos castiga a fin de que nosotros también demos honor a Su nombre.

4

Dios nos castiga para vindicar Su nombre.

Nosotros llevamos el nombre de Cristo. Un cristiano es un representante de Cristo. Todo lo que hacemos le refleja a Él. Si deshonramos Su nombre, Dios nos castigará. Por lo que hizo Dios en el caso de David, Él mostró que no participó en el pecado de David; no lo remitió ni lo pasó por alto. Dios hará lo mismo con nosotros si deshonramos Su nombre. Durante el tiempo de tal castigo, debemos inclinar nuestros rostros y adorar a Dios diciendo,

“Señor, con todo mi corazón acepto tu disciplina en este asunto. Reconozco que es por causa de mi pecado. Quiero que tu pueblo, el mundo y Satanás sepan que todo esto no vino de Ti sino que todo es culpa mía”.

Mientras más nos sometamos a la disciplina de Dios y reconozcamos que todo fue culpa nuestra, más rápido esa disciplina terminará. Por otro lado, mientras más nos excusemos y culpemos a otros, más tardará la disciplina.

“El Temor de Dios es el Principio de la Sabiduría”.

Cada cristiano debe tener una reverencia santa por Dios, tanto que lo haría tener miedo de desobedecerle. Dios ha dicho que Él nos castigará si le desobedecemos intencionalmente y sabemos que Él cumple Su palabra. Si amamos y respetamos verdaderamente a Dios, no desearemos desobedecerle. Esta clase de respeto amoroso a Dios nos hace sabios y nos capacita para tomar las decisiones correctas. Por eso la Biblia dice:

El temor de Jehová es el principio de la sabiduría (Proverbios 9:10).

¡Que Dios nos ayude a amar la justicia y a odiar el pecado! Si por cualquier razón, traemos sobre nosotros el castigo de Dios, aceptémoslo con un espíritu humilde. Debemos decir:

“Señor, sé que hice mal. Tú eres completamente justo en lo que haces. ¿Qué habría sido de mí sin Tu intervención? Te doy gracias y te alabo por Tu amor y Tu fidelidad para conmigo”.


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